miércoles, 4 de febrero de 2009

Días de perros hay muchos

Esta entrada iba a ser inicialmente titulada “Hoy si bebería lejía” y describe un día del año pasado, el 20 de Noviembre. En ese día tenía que hacer la exposición de mi trabajo de análisis literario para la clase de Literatura Hispanoamericana. Había escogido hacerlo sobre la novela de Gabriel García Márquez 100 años de Soledad. Para quien la haya leído, comprenderá que escribir en 10 hojas personajes, argumento, recursos literarios, biografía y demás ajustes del análisis de una obra, puede llegar a ser una locura. Y como me caracteriza mi cautela y visión perspectiva de futuro, lo hice los 5 días antes. El fragmento es este:

El día de hoy merece un puesto de honor entre mis peores pesadillas. Tanto que se merece una entrada de blog. Ciertamente me disculpo de antemano si no tiene mucho sentido, puesto que llevo desde el lunes pasado (el del 10, no el 17) durmiendo una media de 5 horas diarias - y desde este lunes solo 4. Además, me encuentro bajo la influencia perniciosa de la obra de Gabriel García Márquez, luego todo tipo de plagio por mi parte es debido a que en mi cerebro solo hay eso ahora mismo.
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La puta mierda de día de hoy comenzó ayer, a las 12:00 de la noche, cuando casi muero en el intento de ascender desde el inframundo (la biblioteca del colegio) cargando: mi portátil, el cable, los apuntes de literatura, el cuaderno de apuntes de 2º de BTO, el libro de Cien años de soledad versión el triple de grande, el estuche, la botella de agua de dos litros y por supuesto, haciendo malabares para que las llaves y el móvil no se me cayeran de la mierda de bolsillos de la sudadera.
Lo cierto es que, comparado con otros días, hoy no iba tan cargada, pero el miedo a que se me caiga Kyo (para futuras referencias, mi portátil) y con el libro clavándoseme en los riñones mientras intentaba llevarlo todo en un brazo que parecía que se me iba a romper... No fue una bonita manera de llegar a mi cuarto a las 12 de la noche. De ahí me di una ducha, que debería haber consistido en friegas con lejía, y no me lavé el pelo porque ya me daba igual. Esto ha contribuido a que hoy llevara pelos de loca.
Debí pasar desde las doce y media hasta las cuatro y cuarto delante del ordenador, sentada en esta incomodidad de silla, o releyendo el libro. Como iba chutada con cafeína y al fin y al cabo, mi inspiración aparece a esas horas intempestivas(…)

Hasta aquí tengo escrito. El despertar por la mañana fue peor. Tuve a clase de lingüística de 9 a 11, y volví al colegio para los últimos retoques al trabajo. A la hora de la verdad, llegaba tarde, tenía que exponer trabajo e iba a estrenar mi impresora. Para empezar, los márgenes se los pasó por el forro, y la primera copia (al final fueron15 folios) salió mal. Bien, me calmé intentando no pensar que llegaba tarde. Lo volví a intentar imprimir, y esta vez casi me da algo. El papel estaba roto, la tinta no se quedaba fija, cogía e imprimía dos veces la misma hoja. Terminé desquiciada, desconectando la impresora y el portátil, cogiendo el documento y corriendo como una loca a medio vestir por la calle, para imprimirlo en la fotocopiadora de la facultad.

Cuando llego - 20 minutos tarde - a clase, me doy cuenta de una serie de detalles: Se me había olvidado mencionar en la biografía el titulo de la obra, la portada está mal hecha, y no me expreso correctamente en un par de párrafos. Para más inri, tengo que hacer la exposición y no tengo nada preparado. Me hago una especie de pseudo guión, y cuando Erika me llama, intento poner en el ordenador el árbol genealógico de los Buendía, que había subido el día anterior por la noche, recién fotografiado de mi libro, a flickr.

Dejando aparte que me costó 5 minutos encontrarlo, me comencé a liar con mis palabras en la exposición, no llegué muy lejos describiendo los personajes y su historia. Por no decir que me excedí en el tiempo (15 min.) y no había acabado casi de empezar. Quería que el suelo me tragara y que la gente de clase dejara de mirarme - en mi borroso y algo trastornado punto de vista, de forma acusadora y burlesca. Será porque no estaba yo misma a gusto con lo que estaba diciendo.

Al final, decidí hacer de tripas corazón, y ya que había más días para entregar el trabajo, volví con calma a mi residencia sin haberlo entregado. Cuando llegué a mi habitación, donde estaba mi compañera y una amiga suya, me senté junto a la cama deshecha, junto a la impresora medio muerta que aún tenía la hoja atragantada, y los cables del portátil, las cajas, las hojas, todo tirado encima de mesa y cama.

Me descalcé, me reí, y bajé a comer.

Una semana más tarde, repuesta, con la cabeza fría y mi trabajo revisado de arriba abajo y vuelta, lo volví a imprimir; esta vez compré papel grueso y lo hice con calma y tiempo.

La historia tiene un final feliz. A pesar de mi terrible exposición, Erika me puso un 10. La botella de lejía se quedó tranquilamente en la estantería.

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