martes, 15 de diciembre de 2009

Lo he matado


Y no tengo excusa. Solo sentí que no era el momento apropiado ni el lugar indicado.
He matado el miniblog de "El monstruo del mar se tragó una estrella".













No creo que nadie lo eche demasiado de menos. Algun día haré algo con todo lo que tenía en el publicado, y con lo mucho que quedo sin publicar.
En cuatro días vuelvo a casa.
No quiero dejar mi pais de pingüinos. Ahora se ponía todo interesante. Bu.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Lo indomable

Sé inteligente y compra un pedazo de carne menos ruin que yo. No te va a llevar a ninguna parte tenerme a tu lado, ni de tu lado, ni cerca. Compra algo más sabroso, o más exquisitamente expuesto, o de mayor nombre, o de una calidad alta. Mira mis condiciones: son míseras. La enfermedad se extiende con rapidez por mi columna, y mi cara desnutrida huye todos los ojos con temor. A penas logro mantenerme en pie, mis piernas flaquean ahí donde han sido golpeadas por dueños menos crueles hasta la saciedad. Mi pelo ya no brilla, y conforma una costra cayendo sobre mis hombros y mi espalda, muerto. ¿Qué canciones, qué mieles van a destilar estos labios cortados, levantados, amoratados e infectados con los que exhalo un último estertor de entre mis quebradizas costillas? Ni pisar querrías mis manos secas, sucias, huesudos residuos de mi último pudor cubriendo una desnudez tan terrible como real. Si intentaras montar, mis cuartos traseros cederían ante tu peso quebrándose, rompiendo mi precario equilibrio de modo que todos mis huesos colapsaran y astillaran, antes de que tuvieras tiempo de retroceder o paladear la velocidad. Mi espalda ha soportado todos los látigos que contra ella se han alzado, para caer en un violento chasquido, arrancando de mis pútridas entrañas un jadeo polvoriento.
Mira a tu alrededor: hay tantos mejores que yo, que si no me quedara algo de orgullo de desheredado, cedería ante su evidente superioridad y me derrumbaría aquí mismo, convirtiéndome en polvo. Escoge otro, uno más rosado, más carnoso, con mejor presencia y encanto, que puedas ver tu miedo reflejado en sus ojos huecos y sentirlo ajeno.
Si yo fuera tú, compraría docenas de esos más jóvenes, más apetecibles. Que entran por los ojos sin ser invitados ni rechazados.

Me levantas, me pesas, sopesas; preguntas mi precio, no regateas a pesar de que te parezca abusivo, me das mucho menos de lo que te he pedido por mí, y te vas, cargándome en un hombro, con la despreocupación de no haber escuchado las advertencias, de no haber sido clemente, de estar dispuesto a hacerme sangrar. Quebraras mis huesos, moleras mi armadura, aplastarás mis últimos alientos, acelerarás la enfermedad que me devorará la razón y la consciencia.
Y cuando ya no pueda soportar un solo golpe más, cuando me haya quedado sin voz de tanto gritar, sin formas de pedirte que me mates, sin fuerzas para sostenerte la bestial mirada. Cuando ese último momento haya llegado, yo inclinaré la cabeza hacia otro lado y lo asumiré, asumiré que serás el último en esto, que no va a haber más golpes ni sacudidas, que has ganado. Será mi escasa fuerza de voluntad, la única inquebrantable que mantenía una exigua llama de vida en mi interior; lograrás que humedezca los dedos amoratados y los dirija a la corta y ennegrecida mecha donde la llama agonizante se debate por vivir. En ese último momento, con mis propias manos, me volveré contra mi aliento de vida y lo aniquilaré.
Así, todas las fibras de mi cuerpo desgastado se habrán rendido a ser de tu eterna propiedad.

jueves, 27 de agosto de 2009

Lo que todos deberían saber

Todos tendrían que saberlo:

1. Te lo tomas con calma
2. Sales corriendo aprovechando los últimos minutos
3. Llegas tarde, y tienes todo el camino de vuelta a casa para lamentarte.
4. Llegas casa solo. Solo. Solo.
5. Los minutos pasan como horas, te apetece vomitar antes de haber comido, cuando te va a contar algo sientes como si tuvieras culebras en el estómago.
6. Cuando te habla de otros, ardes.
7. Cuando te habla de sí mismo, ardes.
8. Cuando te habla de ti, primero te apaciguas, luego tienes ganas de llorar, y al final, de nuevo quieres vomitar.
9. Intentas escribir, pero tu mano no tiene ganas de sujetar un bolígrafo.
10. Lo intentas en el ordenador, pero te quedas mirando la pantalla en blanco y azul del Word.
11. Decides que el diseño de Word es una mierda y le echas la culpa de tu falta de inspiración.
12. Tienes ganas de llorar otra vez.
13. Menudo coñazo.
14. Te apetece pegarte a ti mismo.
15. Te da pereza moverte. No te pegas.
16. Tienes mucho sueño al mediodía, pero te acuestas a las 2 de la mañana.
17. Te haces mil promesas de una mejor y más cuidada higiene que no vas a cumplir.
18. Y estoy paranoico, me autodestruyo.
19. Creo que estoy mudo, o será que soy feliz.
20. Creo que soy tonto, o puede que solo feliz.
21. Creo que soy mudo, o tal vez solo feliz.
22. Creo que soy un traductor de mierda.
23. No me gusta que me odien.
24. Vuelvo a sentirme mal.
25. Mañana será otro día.
26. Luego vendrá otro.
27. Con horas interminables.
28. Y así, día, día, día.
29. Mis días son demasiado lentos. No paso de uno.



******
Escrito ayer. Blue October, "Fairy Tale". A las 12 y media de la noche. Como siempre, piensa que te piensa.
Siento el abandono, pero me he creído "recuperada" y he intentado escribir cosas más largas, como se evidencia en mi anterior entrada.
Craso fracaso. Me he vuelto a la madriguera con el rabo entre las piernas, muy desanimada.
A ver si desempolvo un par de cosas escritas a prisa y corriendo, y a ver si escribo unas cuantas nuevas hasta que vuelva a estar inspirada y pueda desentumecer el mundo de fantasía.
Tengo sueños interesantes, pero mucho, mucho miedo de escribir. Intentaré recuperarme.

Encontrar el modo

Tengo que encontrar el modo de no perder todas estas emociones. Tengo que escribirlas, tengo que usar mi capacidad, y no pensar que soy una escritora de mierda como muchas veces me tienta el pensamiento. No soy buena. Puedo ser mejor. Tengo que escribir para mejorar. No vale cansarse y pasar a otra cosa. Y si no soy capaz de escribir historias largas, no pasa nada, las escribiré cortas hasta que pueda ir a por algo más ambicioso, hasta que mi cerebro quiera atar cabos sueltos y complete por fin una cuerda.

Hace mucho tiempo que no escribo.

sábado, 20 de junio de 2009

Ensoñaciones bibliotecarias

“Te he estado esperando” dice con los labios curvos.
Entonces es cuando se quita las gafas, se suelta la melena, y se encarama a mi mesa de estudio. Me tiene agarrada por la corbata.
Miro en derredor. La biblioteca está en calma; todo el mundo se disipa lentamente, fundiéndose con el frío -100 grados por debajo de lo que se encuentra al otro lado de la puerta, donde está el mundo real derritiéndose- y con sus apuntes, en una siesta desvelada y absorta que les lleva por el camino del sobresaliente.
Mis manos no responden, no me pueden sacar de esta, porque se han pegado a los apuntes que no he tocado con la mirada ni una vez en toda una hora que han estado delante de mí.
Trago saliva.
La amazona sigue acercándose a mí por encima de la mesa. Si en verdad es una vampiresa, creo que sabe que me dejaría chupar toda la sangre. Sin importarme que sea una muerta viviente y se le pudra el cuerpo, y se le caigan los bracitos, como a esos zombis de las películas.
Aún quedan muchas horas hasta la hora de comer. Un par de minutos menos, desde que he adelantado el reloj para que funcione como el de todo el mundo. Aunque las manecillas han enraizado en mis manos de papel y me atan aún más a la mesa, me lo merezco, lo sé, me lo merezco.
Con la violencia de una leona, ha tirado mi diccionario al suelo y lanza sus zapatos al aire.
Ups.
La vecina de mesa me está mirando con una mezcla de irritación y odio, pero no creo que se haya dado cuenta de que con el tacón, le han sacado un ojo.
Busco con desesperación la última línea que empecé a estudiar hace una hora. Pero ella está sentada encima.
“Sabes que nos lo podemos pasar muy, muy bien”.
Vaya que sí lo sabré…
Sucumbiendo, agacho la cabeza para besarle esa boca tan apeteciblemente roja…
Me parece que he perdido el control de mi cuello.
Estaba dando una cabezada y me he erguido de pronto.
Nadie parece haberlo notado. Con razón bailaban las letras de mis apuntes.
Me parece que me voy a tomar un descanso.

Me levanto, le devuelvo su ojo a mi vecina de mesa, dejo el diccionario junto a mis apuntes, recojo los zapatos de tacón, y me subo con la fiera en brazos a la intimidad de mi cuarto.


*****

Se me hace tan dificil concentrarme en los apuntes de lengua...
Recién escrito. En horas que debería dedicar a la biblioteca, y no al portátil.
Escuchando el último disco de Placebo.

lunes, 1 de junio de 2009

Tres gatos

Aquella noche no pude dormir en absoluto. Sobre mi cama sin abrir, las tres bestias me observaban con sus miradas de penetrante inteligencia. Los tres enormes felinos me brindaban su silencio, y yo ya no podía más con mis nervios.
Tomé mi abrigo, la bufanda, y sin siquiera echarle agua a mi rostro ojeroso me fui murmurándoles un “me voy a tomar el aire”.

En cuanto salí, la brisa helada de comienzos de Octubre me saludó, refrescante y embriagadora. Pero, como en una pesadilla sin fin, no dejé un segundo de ver en mi mente a los tres felinos, como si parte de mi se hubiera quedado a observarlos.
Paseando intranquilamente por la zona vieja, creí ver mi habitación con claridad. La tigresa blanca se había incorporado en la cama, mostrando la forma de una joven de tez pálida y cabellera castaña, ataviada con un vaporoso vestido de tosco lino. Los otros dos felinos le brindaron sendas miradas huecas de emoción, y ella se levantó.
Como si pudiera entrar en su mente de ser numinoso, sus emociones se conectaron a mi. Pronto me invadió una culpa acuciante. Como la bruja humillada que con sus artes inocentes y asustadas buscó algo peor que su perdición: la del único que la quiso.
¿Qué ha de importar esto a una tigresa blanca?
La culpa le devora el lustroso pelaje. Y solo piensa en ello cuando camina por las calles adoquinadas, descalza, ardientes lágrimas lamiéndole el rostro compungido. Únicamente una lluvia de queroseno acude sobre ella para aliviar sus penas. Y en el momento que inconscientemente chasqueo los dedos, su cuerpo comienza a arder, prendido por súbita llama, lavando su inflamable conciencia.

Me asombra tanto lo sucedido que paro en seco y pierdo momentáneamente el equilibrio.
Sin darme tregua alguna, vuelvo a ver mi habitación. Los mellizos que no son iguales siguen allí. El que está a la derecha, el puma, se yergue. Su cuerpo se transforma en el de un bello hombre joven, de melena leonina, rubio pardusca como lo fuera su pelaje. Sus ojos son cristalinos como dos aguamarinas, e inexpresivos como dos piedras. Y de impecable forma, acorde con su elegante y anticuado atuendo, se levanta y sale de mi habitación.
Solo es un hombre bello. Solo ven un hombre bello, se dice. ¿No podría ser que su interior no lo fuera?
Se tortura buscando en si una mezquindad que alivie su soledad, que justifique el velo invisible que le separa de la humanidad que ama. Un enamorado que ha sido rechazado y admira la belleza por encima de todo tanto como la desprecia.
Sus pasos le llevan al borde de la ciudad, aunque los míos a penas me llevan a una columna en la que apoyarme.
Desde su posición, elevada y lejana, domina la ciudad. Pero nadie le domina a él.
Deja caer con vista gacha la chaqueta, el abrigo, y bajo esa apariencia de aristócrata emergen un par de enormes y brillantes alas blancas.
¿Es un ángel, o solo un Ícaro asustado?
Sin duda tiene tanto de lo uno como de lo otro, cuando las abre y echa a volar en la mañana dorada. Busca una belleza que supere a la suya y la anule. Vuela hacia el sol, pero el destino de los que lo hacen esta escrito en odas griegas: su amor platónico le derriba envuelto en llamas, y sus plumas y su piel marfileña, y sus áureos cabellos se han quemado, reducidos a cenizas antes de tocar el suelo.

Ahora que esas dos atormentadas fieras por las cuales no he podido luchar no están, lo veo todo dolorosamente claro. Ahora, mis noches de vigilia ya no tiene motivo. Ahora veo con claridad mi habitación, y la fiera que en ella ha quedado sola, puesto que por mi han decidido las otras dos.
La pantera se yergue.
Y un extraordinario hombre joven, con una belleza tan abrumadora como la del puma y una espesa y opulenta cabellera negra aparece sentado solo en mi cama.
Si es él quien debe ser, yo debo aceptarlo y correr a su encuentro. ¿No?
¿Por qué entonces veo un agujero negro como la noche de su pelo en su alma?
“El mellizo del amante del día, en oponerse a la naturaleza de su hermano ha optado por tornar en melancolía y rencor la noche que le ha tocado poseer.”
Cuando se levanta tu esbelta y bien vestida figura, mil pensamientos cruzan tu mente. Y caminas sin rumbo fuera de la habitación, dudando, acorralado por mil dudas y mil ideas de lo que hacer ahora.
¿Y qué pretendes que haga yo?
Te sigo desesperadamente en tu vagar por las calles cada vez más vacías del anochecer.
Cuando encuentro tu sombrío rostro suicida y desengañado, triste y desafiante, te toco y no siento el frío ardiente de tu determinación. Palpo el fuego helado de tu irritación.
Mis palabras no bastan para que te detengas, y me sacudes de las solapas de tu camisa como a una mota de polvo.
Si eres tú, bestia, a la que me corresponderá amar, ¿por qué no lo aceptas y te huyes, en tu mortífera duda?
Te veo vagar por callejuelas oscuras. Te veo dudar entre arrojarte o no a las sombras. Te veo buscar la manera de apagar el fuego.
Y, temblorosa, te veo caminar entre los árboles del parque. Febrilmente te observo desde el cobijo de los vetustos troncos, agarrándome a ellos ciegamente y rogando para que recuperes el juicio.
A los gatos no les gusta el agua.
El estanque está en calma.
Cuando el fuego derrite el hielo, se apaga con el agua que queda.

Por fin, el plateado reflejo de la luna sorbe tu rostro me muestra que te sientes arrinconado. Te resignas y te sientas en el césped, observando con respeto las aguas estancadas.
Y, tras tantas noches sin dormir, me dejo caer a tu lado y uso tu hombro de almohada con alivio, cerrando los ojos.




************

Escrito en 2006 una tarde, tras dar muchaz vueltas alrededor de mi cama. Escuchando Blue October.

domingo, 26 de abril de 2009

No hay solución
























Click encima para hacerse más grande. Ha sido un texto de prueba, para probar mi nuevo bolígrafo "mágico", con el que escribo en papel y aparecen las letras en ordenador, en formato jpeg. No tiene mucho sentido, es personal, y esta en varios idiomas, incluyendo un rusticfo y mal escrito chino totalmente inventada su coherencia y cohesión.
Pero menos da una piedra.

Cualquier canción de Reptilectric, el último disco de Zoé, es la respuesta a la pregunta no formulada de por qué últimamente estoy tan borde y mi humor tan cambiante.