domingo, 8 de febrero de 2009

Rímel: cuida tu aspecto, si solo tienes eso

RÍMEL

Cuando abrió los dulces ojos verdes esa mañana, sintió un hormigueo en la nuca que no supo identificar hasta muchas horas más tarde, cuando ya se había resbalado. Al erguirse en la cama, se desperezó, y se tapó la boca para bostezar. Tanteó con pies el suelo en busca de las zapatillas, que estaban frente a ella, en perfecto ángulo de 90º con la cama. Cuando las encontró, metió primero el pie izquierdo y después el derecho.

Al ponerse en pie, se dirigió como siempre hacía el espejo. Como siempre, tenía el pelo perfectamente ordenado, ni un mechón fuera de su lugar. A pesar de ello, contrariada, comprobó que le faltaba un pelo del flequillo, y se giró buscándolo bajo la potente luz rosa. Helo ahí, sobre la almohada, como si alguien lo hubiera depositado con pinzas.

Se tomó su tiempo para levantar la persiana del todo, y apartar las cortinas, cerrándolas con las bonitas tiras de terciopelo a los lados. Después, con parsimonia, cogió el cabello castaño y ondulado, y se lo metió en la boca. Caminó de puntillas sobre la alfombra adelantando primero el pie derecho por el parqué, hasta el cuarto de baño, donde reanudo su caminar de puntillas.

Allí repitió de forma más exhaustiva el examen frente al espejo. Comprobó que tenía los cinco lunares en la cara, cada uno en el mismo sitio en el que estuvieran ayer. Comprobó que sus labios no estuvieran ajados, y los hidrató con un poco de vaselina. Se cepilló el flequillo para que estuviera en armonía con su cara, y se echó unas gotitas de tónico en las mejillas, par que no se arrugaran.

Colocó la cinta rosa alrededor del -aún- esbelto cuerpo joven. Cosiendo con cuatro puntadas el tul, ya tenía puesto su carísimo vestido de marca. Mientras las puntadas se cosían, con un brusco gesto se dio con la cara en la bolsa de las pinturas. En lugar de un moratón en la mejilla, sus labios quedaron rojos, sus pestañas negras y largas, y se podía recolocar las horquillas en el pelo, en los puntos justos donde, al echar la laca, quedaría casualmente recogido.

Cuando sus zapatitos de tira entraron taconeando por la puerta, les indicó arqueando el índice del pie derecho que se acercaran. Estaban en un perfecto ángulo de 180º, y se colocó primero el derecho y luego el izquierdo.

Mientras bajaba a no desayunar, se resbaló con la sangre que goteaba debajo de su máscara de plástico. Se le calló una pestaña, el dedo meñique de la mano izquierda, el pezón derecho salió de debajo de la barbilla y se fue escaleras abajo; y una pierna se recolocó en el omóplato.

Conclusión: Ya no hacen mentiras como las de antes.


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[De ahora en adelante, para no influenciar el cuento o el escrito que vaya a dejar, y a sabiendas de que los golpes de vista funcionan de arriba abajo, dejaré primero el relato y luego las contraindicaciones]

No quiero parecer una amargada con este cuento.
En verdad, lo escribí sin pretensión, sátira o mala intención alguna. Supongo que fluyó como tal, debido a la canción artificial que la inspiró (y que, a pesar de todo, es nuestra canción en las discotecas en esa broma secreta entre Winona y yo). Se trata de "I kissed a girl", de Katy Perry.
Pero su influencia es más estética que musical. No me gusta que la gente emplee la homosexualidad como recurso publicitario. Sin embargo, el video te introduce en un mundo de algodones artificial pero a la vez tan atractivo, que es dificil resistirse a querer ser Katy o al menos, poder llevar semejante modelito y que no te quede como a un payaso.

sábado, 7 de febrero de 2009

Sin color ninguno

Este cuento es la luz de mis ojos y la alegría de mi corazón. Fue el cuento que escribí para el concurso del mi instituto que mencioné en la entrada anterior, y a pesar de que a nadie le pareció gustar, por eso lo quiero más.
Me pasé 3 meses escuchando las canciones de Placebo "Haemoglobine" y "Spite and Malice". Eminentemente, la que más lo ha influenciado es la primera.
No puede faltar en este blog. Espero que no os disguste demasiado:






SIN COLOR NINGUNO

¿Qué ha pasado?
He sentido el golpe. He visto el impacto. He oído los gritos, resonando huecamente en mi cabeza, gritos de terror y de pánico, y no me he dado cuanta hasta el final que yo también estaba gritando. De que eran mis propios gritos los que me ensordecían, una y otra vez gritando hasta que la voz se rompió.
Los colores me han abandonado. Solo el rojo seguido del negro más absoluto. Pensé en un desesperado instante que no soportaría quedarme ciega. Pero pronto fue casi un alivio no ver nada.
Mi cuerpo comenzaba a convulsionarse, y lentamente cada fibra de mi ser se fue llenando de dolor. Dolor ciego, dolor sordo, dolor entre quejidos inaudibles de lo patético de mi situación. No, no patético, porque qué haré o diré si el dolor es demasiado… Siempre débil, siempre duele mucho. ¿Y qué otra cosa puedo decir o pensar? Pasan minutos, horas, tal vez siglos en cada fracción de segundo, en cada intento desesperado por tomar aire, por caer en la inconsciencia, por llevar ese dolor a un extremo que mi cuerpo ya no quiera ni pueda soportar, y así deje de aferrarme cruelmente a la vida y a ese sufrimiento físico, en todo lo egoísta y cobarde de mi pensamiento. No siento nada que no sea el punzante, constante, ardiente sablazo del dolor incesante, y tal vez llore o me esté desangrando, o tenga huesos rotos. Imposible discernir entre la nube negra electrizada.

¿Qué es esto? Manos me tocan. Lo noto, el dolor se concentra.
Abro los ojos.
Veo un blanco más allá de la realidad y de lo posible. El dolor sigue ahí, pero ahora estoy aturdida. Sus manos duras me palpan, me inspeccionan, me evalúan en un brusco intento por ir rápido. ¿Salvan mi vida acaso? Yo no he pedido que me rescataran. ¿Creen que es eso lo que hacen?
Aunque mi nube negra se disipa, y creo entrever la sombra de algunos colores, me sorprendo a mi misma por el hecho de que finalmente siento algo aparte de dolor. Siento que estoy llorando. Gruesos goterones en honor a mi vida y mi sufrimiento se pierden por un rostro que ya no es el mío. Pero no conmueven a las manos duras, que no tienen tiempo para otra cosa que para provocarme más dolor concentrado. Mi nube eléctrica se va volviendo poco a poco relámpagos y truenos, y si alguna fuerza me restó para mantener una vaga conciencia, parece querer abandonarme.
Espero con impaciencia que vuelva mi oscuridad, que cada latido sordo y apagado sea el preludio del último.
¿Pero no me han de dar ese alivio? ¿Tan divertido es jugar a la vida?
Entre sombras coloreadas se dibuja una figura más oscura. Sé que me observa, me evalúa, e intuyo, por lo que mis entumecidos oídos perciben, que dice algo. Saca algo. Y con una violenta sacudida, siento una opresión en el cuello.
Una calidez artificial me sacude.
¿Sigo siendo yo? ¿Puede ser la persona que conocía el ser que me siento?
El dolor se va - nube eléctrica que un líquido como agua ha borrado y disipado - lejos, lejos por un tiempo.
Todo mi cuerpo se mantiene un segundo en tensión. Me recorre un escalofrío.
Sé que muevo los ojos para mirar al cielo, que los tengo abiertos. Pero me he quedado completamente ciega.
Y cuando las manos duras me levantan, no siento que me depositen. Siento que sigo levantándome, sigo levantada, arriba, cada vez más arriba, a una altura que me aterra, pero no tengo voz para gritar o quejarme.
En mi desesperación por hallar el final, me siento como si algo me obligara a ver, para torturarme, para hacer que me revuelva y arrepienta. ¿Es que no he acabado ya? No siento nada en absoluto.
Las vidas desperdiciadas por voluntad propia vuelan ante mis ojos ciegos. Desesperación es lo que veo, miedo, impavidez, resignación, dureza, crueldad; mujeres que pegan y son pegadas, mujeres que venden y se venden, mujeres que se cortan las manos, los rostros, las muñecas rotas.

Aturdida por mi propia visión, bajo como si acabaran de echarme de un infierno situado en lo más alto del cielo. Casi siento la sacudida física en el cuerpo cuando aterrizo.
Y física ha debido de ser, porque manos duras me han dejado caer sobre una camilla. No noto nada, pero entreabriendo los ojos cegados - una vez descubierto que puedo hacerlo - creo poder ver lo que me rodea, y sin embargo dudo hasta que punto lo hago y hasta que punto me siento bajo el efecto de alguna droga.
Hay color azul a mi alrededor, manos blancas, y rojo, rojo, rojo. Cables negros. Cables que se enredan a lo rojo, enredados por lo blanco, pegados a lo azul, que está salpicado de rojo, como lo blanco y lo negro, y no puedo distinguir en semejante algarabía de colores qué soy yo de todo ello.
Rostros duros que escrutan y susurran. Sus duros susurros me llegan como una aguja clavada en el cerebro. No son palabras de aliento, no son de esperanza, no son de nada, de nada más que de frío, de distante lástima, de hueca compasión. Ellos la matarán si no lo hace su dolor, de eso estoy completamente segura. Ella soy yo.
Una nueva sacudida me oprime el cuello. De nuevo la calidez artificial.
Con horror, abro mucho los ojos mientras mi cuerpo queda en tensión. Con los ojos entreabiertos, capto la última imagen, y la más nítida, y es como ver cuervos sobre carnaza, monstruos sobre mi cadáver viviente expuesto.

Me elevo con una vertiginosa rapidez. ¿Qué calma me invade tan antinatural, que siento cómo estoy tumbada mientras me rodean las imágenes de mi próximo suplicio? Solo son mujeres lo que ante mis ojos se muestran, ya que los hombres no tienen rostro, y por tanto no los veo.
Pero el flujo de imágenes es ahora algo más lento. Como unas reglas ya dispuestas de antemano, y conocidas en mi fuero interno, las imágenes dan paso a escenas.
Malditas madres e hijas. Malditas, malditas en su ignorancia. Son alegres, son brillantes, me digo con herida indignación. ¿Está permitido serlo? ¿Siguen existiendo? No es justo, y nunca creí en la justicia menos que ahora. Su transparencia, la manipulo a placer puesto que como en los corazones de cada persona, las cosas dejan de ser justas cuando se vuelven contra uno.
Pero vuelvo a las imágenes en las que he de sumergirme profundamente, en un sueño involuntario que se torna en pesadilla. Esa niña reía, pero su rostro se ha ensombrecido. Su madre ya no se mueve.
Y grita.
Y aúlla, desgarrando el silencio con su alarido.
Y caigo del cielo de nuevo, para encontrar un infierno peor.
Y me convulsiono, grito y aúllo.
No me han arreglado. No lo harán. No les interesa todavía. Me harán sufrir porque no les importa.
Si no viniese una suave voz de mujer torpe a consolarme con intención y vacías palabras, creería que me habían abandonado a mi suerte de falta de dolor y pesadilla interna. Pero es algo tarde para consuelos.
Llama a quien me alivie, creo oír. Vuelven las figuras vaporosas, blancas pero no puras ni inmaculadas, ni limpias de conciencia.
Debería mover las manos, y me las retuercen. Debería poder ver, y me arden los ojos. Debería poder hablar, y mi único sonido es gimiente y débil.
No tengo ningún interés en hacer el esfuerzo de recuperar alguna de esas facultades, y dejo que me atormenten hasta que se cansen y se vayan. Sé que no me quieren curar, porque no pueden.
Solo sus sacudidas me hacen recuperar un brillo de lucidez. Su opresión en mi cuello. La calidez artificial. Mi ser en tensión ante sus ojos vueltos. Miramos a otro lado cuando no podemos hacer nada. Pero según salen del estrecho campo de luz del que dispongo, me alejo a su vez de ellos y toda luz. Subo, subo y subo, a un lugar que aún no sé si es, o para qué es. La bestia de su indiferencia me arde en un pecho que me abandonó cuando volé de la cama de algún hospital. Una bestia que crece y se agranda según penetra en los corazones de los que tienen la vida y se dejan morir, de las almas torturadas bien de dolor o felicidad. La bestia de los ojos rojos, que todo lo ve, y todo lo entiende, y todo lo sabe y todo lo siente. La bestia que anida en los corazones de los infelices.
La bestia que corría por parajes inhóspitos, fríos, frondosos, y me alejaba poco a poco de mi pesadilla, me llevaba con ella a su mundo sin luz, a un sentimiento de libertad salvaje, pero sin memoria. La bestia se ha parado.

No.
No me abandones ahora tú también.
Con más rapidez que las veces anteriores, el destello de esos ojos rojos en mi mente, como si se me hubieran quedado grabados a fuego, caigo de la oscuridad en una cama dura.
Las mantas están húmedas. Y tirito. Pero no encuentro mi aliento para respirar, porque la imagen de la bestia me ha petrificado.
Veo todo rojo. Veo luz, veo esos ojos. Y finalmente veo la habitación. Las sombras juegan con la luz, engatusándola para engullirla en las esquinas.
Toscas manos me zarandean, esperando una reacción, no sé desde cuantos minutos. La mujer es torpe, y se apiada de mí con una firmeza tal, aferrándose a la imagen de una criatura desventurada para solo ver su compasión y ser como se ha de ser. Veo que echa algo largo, negro y pesado sobre mí. Y habla, y habla, pero no la escucho.
En la puerta, está en la puerta. Cubierta de sombras.
La bestia.
Entra magnifica, gruñendo, y me mira a los ojos directamente, tal y como yo la miro en los suyos. Y cada gota de sangre escapa de mis venas a un lugar que no se congele. Y se aproxima lenta, peligrosamente, ignorando a la mujer que parece no verla. Y he dejado de tiritar para temblar.
¿Por qué baja el hocico y las orejas, en expresión sumisa? Se aproxima sin amenaza. ¿Es que le produzco lástima a ella también?
Ciegamente abrazo a esa bestia.
Hundo mi cara en un pelaje mortíferamente áspero, con el olor a muerte de sus fauces rodeándome, y su suave gruñido intentado arrullarme, y que duerma conscientemente. Pero sé que nunca volveré a dormir.
Durante horas abrazo a mi bestia, ya sin temblar, pero con una cálida sensación que me entorpece, y adormila. Mujer torpe es la única voz que me recuerda que estoy sola y despierta.

Dolor.
Otra vez el dolor.
Si no fuera por ese horrible dolor, mi bestia no se habría evaporado.
La mujer grita. Me ensordecen sus alaridos, y los irritados manos-duras vienen a exigir su calma.
Los miro y me miran. Hay ruido de fondo, y ajetreo. Pero nos miramos fijamente, ellos contra mi, yo contra ellos. Blancas figuras peligrosas me rodean y afianzan su poder.
Sé que voy a perder.
Pero también que tengo voz para luchar.
Porque ahora estoy despierta.
Porque no me han arreglado, porque me han drogado, porque han jugado conmigo, porque me han herido y me han despedazado como buitres. Ellos, solo ellos. Todos los ellos que existen.
Los odio a todos, porque no están aquí, porque estoy yo, porque han ido contra mí, porque me han destruido y ahora me han abandonado porque ya no sirvo.
Porque mi mente se enmaraña y se entumece, porque mis ojos lloran y no siento mis lágrimas, porque mis raíces han sido cortadas y no me queda ni la bestia de mi odio, porque no puedo levantarme y huir, porque no puedo devolver el dolor que siento como puede hacer cualquiera de los que aquí están, porque no volveré a tener la oportunidad de gritar nunca más.
Sus colores me deslumbran y se desvanecen tan rápido como los sonidos inconexos que profiero, que escupo contra ellos.
Pero son más altos, más blancos, más fuertes, más numerosos.
No importa que mis sentidos hayan muerto, o que esté desesperada por aferrarme a la muerte y a la vida al mismo tiempo.
Las manos duras acaban con mis débiles protestas. Con violencia, con una opresión más larga y cruel que nunca en mi cuello. Con una llamarada artificial que abrasa los restos de mi cuerpo.
Todo el mundo queda en tensión por un momento. Ellos niegan, sus cabezas blancas se mueven, se vuelven, se deshacen luego en miles de colores oscuros.
Mi cuerpo entra en tensión. Siento que me pierdo, me pierdo a mi misma en mi misma. Que la intensidad ha sido más, que esta será la última vez.
Y suba o baje, vaya al cielo o al infierno, me despedacen hasta que se pierda toda noción de mi o me mantengan ahí por eones, solo quiero dejar de subir a lo más alto de mi tortura para volver a caer sin una vida que durante un rato soñé.
El escalofrío mas helado me hace estremecer en mi último movimiento. Todos los colores se vuelven negros.
Porque ya nunca volveré a tocar el suelo que se encontraba en medio de todo.

jueves, 5 de febrero de 2009

Concurso

Estudiar es aburrido, sobra que describa los motivos. Y aunque posiblemente suspenderé el examen de lengua (que irónico xD), tengo ganas de dejar aquí una referencia al futuro.
La semana pasada, si mal no recuerdo o definitivamente no he perdido la noción del tiempo, escribí un cuento titulado "El juego del gato". Yo estaba feliz, escuchando Muse, Franz Ferdinad y demás, creando mi mundo de fantasía.
Esa noche, satisfecha con mi cuentecillo, se lo enseñé a mi compañera de habitación. A veces me da pena, porque reconozco que llego a ser muy pesada.
La cosa es que lo leyó, y le gustó. Y hablando, hablando, a eso de las 2 de la mañana me comenta que en su ciudad, Lorca, hay un concurso famoso, el certamen Maria Agustina, y que el premio está bien.
Informándonos sobre el susodicho, pues ciertamente no estaba nada mal. Más tarde nos enteramos de que había otro certamen además, que tenía otras características que ella me había descrito.
La única gran pega era que el plazo de entrega vencía el día siguiente.

¿Qué pasó?
Me quedé hasta las 3 retocando mi cuento, al día siguiente lo imprími por quintuplicado, lo encuaderné y lo envié. Todo recién levantada y en chándal.
No puedo subir el cuento porque en las bases dice que me desclasificarán si el cuento aparece en otro medio. Tiene que ser inédito.
De todos modos, hasta el 30 de marzo hay tiempo, de sobra, incluso para que se me olvide.
Debo reconocer que hacía tiempo que no escribía con tanta inspiración como cuando escribí ese cuento, pero tampoco creo que sea tan bueno como para quedar en un puesto alto. Yo lo envié porque así también me daba a mi misma un voto de confianza.

Parecerá pueril, pero el único concurso al que me he presentado, el de mi instituto en 1º de BTO, me dejó con mal sabor de boca. Escribí un cuento con mucha dedicación, sobre una persona que se estaba muriendo, sobre lo que sentía (algún día lo subiré). Estuve meses escuchando Placebo, que tiene canciones muy tristes y desagradables. Lo pulí, recibí criticas de mi familia y de mis amigos, lo trabajé. Y no es que me fastidiara no ganar, que eso al fin y al cabo no lo puedo controlar, ni tengo tan mal perder.
Me fastidió el comentario que hizo mi profesor de lengua acerca del que probablemente era mi cuento, "uno de los dos cuentos de accidentes que había, si, uno que era muy feo y no me gustó". El otro cuento fue el segundo premio.
Ese resultado me dejó algo desanimada mucho tiempo, y perdí las ganas de escribir por un año. Ahora, hace ya casi otro, las he retomado, y realmente, tener exito o no, suerte buena o mala me da igual. Al menos, lo habré intentado.
Siempre me quedará la traducción.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La gente aplaude

Sibyl Vane y Zoé no son un buen acompañamiento para una tarde de estudio:












(click para agrandar)
A veces me da por usar el photoshop.

<< La gente aplaude el beso en la boca que estás a punto de dar >> Sibyl Vane, "Iba a decirte"

< Llevo tu voz en mi voz, grabada con aerosol. Tu beso fantasma pegado en mi labio inferior > Zoé, "Via Láctea"

Histeria

Breve historia escrita en el anterior blog, de las últimas que subí. Inspirada por la canción "Hysteria" de Muse.



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-Los nudos no se deshacen. Por mucho que luches no puedes romper las ataduras -

Ella luchaba contra las zarzas, las sogas, todas las mil y una cuerdas que se retorcían cubriendo su cuerpo.
Ello lloraba de rabia, de anhelo y de expectación tanto como de miedo mientras la arrastraba al pozo, abierto donde el puerto acaba.

-No- Dame tu alma, tus labios rotos de mordértelos, tus ojos desvelados, tus manos ensangrentadas en el inútil forcejeo. Dame el despojo de tu cordura. Dame tu ropa hecha jirones. Dame los cabellos arrancados de cuajo y los enmarañados. Yo podré, y jamás sabré qué hacer con ellos.
Lucha, lucha, de desata, se vuelve a atar. Comienza a arrastrarla. Se deja las uñas intentando soltarse y agarrarse al suelo. Entonces ve la botella rota. Con las últimas fuerzas extenuadas, se propulsa y la coge. Intenta cortar las sogas de su cuerpo, pero son demasiadas, y por cada una que corta, mil más aparecen.
Se le acaba el suelo por el cual arrastrarse.

-Ya eres mía, te quiero ya- llora y grita, regocijado en el agujero de oscuridad al cual la abduce.
Con las lágrimas y la sangre nublando su vista, corta ciegamente. Le mantiene el pulso a su libertad y a lo que desea retenerla. Corta aquí, corta allá, se corta las manos, corta las sogas de su cuello, se corta en el pecho, libera sus piernas. El agua le llega por la cintura. Se agarra con una mano al borde, con la otra la botella. Parece que las sogas no se acaban. El agua le llega a la barbilla, la mano resbala, el vidrio parece no poder luchar en el agua.

Y de pronto, corta la soga de su dedo meñique, las demás ceden de un tajo, e impulsándose sale seca del mal mar, que engulle las sogas, el vidrio, la negrura y enmudece.

Días de perros hay muchos

Esta entrada iba a ser inicialmente titulada “Hoy si bebería lejía” y describe un día del año pasado, el 20 de Noviembre. En ese día tenía que hacer la exposición de mi trabajo de análisis literario para la clase de Literatura Hispanoamericana. Había escogido hacerlo sobre la novela de Gabriel García Márquez 100 años de Soledad. Para quien la haya leído, comprenderá que escribir en 10 hojas personajes, argumento, recursos literarios, biografía y demás ajustes del análisis de una obra, puede llegar a ser una locura. Y como me caracteriza mi cautela y visión perspectiva de futuro, lo hice los 5 días antes. El fragmento es este:

El día de hoy merece un puesto de honor entre mis peores pesadillas. Tanto que se merece una entrada de blog. Ciertamente me disculpo de antemano si no tiene mucho sentido, puesto que llevo desde el lunes pasado (el del 10, no el 17) durmiendo una media de 5 horas diarias - y desde este lunes solo 4. Además, me encuentro bajo la influencia perniciosa de la obra de Gabriel García Márquez, luego todo tipo de plagio por mi parte es debido a que en mi cerebro solo hay eso ahora mismo.
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La puta mierda de día de hoy comenzó ayer, a las 12:00 de la noche, cuando casi muero en el intento de ascender desde el inframundo (la biblioteca del colegio) cargando: mi portátil, el cable, los apuntes de literatura, el cuaderno de apuntes de 2º de BTO, el libro de Cien años de soledad versión el triple de grande, el estuche, la botella de agua de dos litros y por supuesto, haciendo malabares para que las llaves y el móvil no se me cayeran de la mierda de bolsillos de la sudadera.
Lo cierto es que, comparado con otros días, hoy no iba tan cargada, pero el miedo a que se me caiga Kyo (para futuras referencias, mi portátil) y con el libro clavándoseme en los riñones mientras intentaba llevarlo todo en un brazo que parecía que se me iba a romper... No fue una bonita manera de llegar a mi cuarto a las 12 de la noche. De ahí me di una ducha, que debería haber consistido en friegas con lejía, y no me lavé el pelo porque ya me daba igual. Esto ha contribuido a que hoy llevara pelos de loca.
Debí pasar desde las doce y media hasta las cuatro y cuarto delante del ordenador, sentada en esta incomodidad de silla, o releyendo el libro. Como iba chutada con cafeína y al fin y al cabo, mi inspiración aparece a esas horas intempestivas(…)

Hasta aquí tengo escrito. El despertar por la mañana fue peor. Tuve a clase de lingüística de 9 a 11, y volví al colegio para los últimos retoques al trabajo. A la hora de la verdad, llegaba tarde, tenía que exponer trabajo e iba a estrenar mi impresora. Para empezar, los márgenes se los pasó por el forro, y la primera copia (al final fueron15 folios) salió mal. Bien, me calmé intentando no pensar que llegaba tarde. Lo volví a intentar imprimir, y esta vez casi me da algo. El papel estaba roto, la tinta no se quedaba fija, cogía e imprimía dos veces la misma hoja. Terminé desquiciada, desconectando la impresora y el portátil, cogiendo el documento y corriendo como una loca a medio vestir por la calle, para imprimirlo en la fotocopiadora de la facultad.

Cuando llego - 20 minutos tarde - a clase, me doy cuenta de una serie de detalles: Se me había olvidado mencionar en la biografía el titulo de la obra, la portada está mal hecha, y no me expreso correctamente en un par de párrafos. Para más inri, tengo que hacer la exposición y no tengo nada preparado. Me hago una especie de pseudo guión, y cuando Erika me llama, intento poner en el ordenador el árbol genealógico de los Buendía, que había subido el día anterior por la noche, recién fotografiado de mi libro, a flickr.

Dejando aparte que me costó 5 minutos encontrarlo, me comencé a liar con mis palabras en la exposición, no llegué muy lejos describiendo los personajes y su historia. Por no decir que me excedí en el tiempo (15 min.) y no había acabado casi de empezar. Quería que el suelo me tragara y que la gente de clase dejara de mirarme - en mi borroso y algo trastornado punto de vista, de forma acusadora y burlesca. Será porque no estaba yo misma a gusto con lo que estaba diciendo.

Al final, decidí hacer de tripas corazón, y ya que había más días para entregar el trabajo, volví con calma a mi residencia sin haberlo entregado. Cuando llegué a mi habitación, donde estaba mi compañera y una amiga suya, me senté junto a la cama deshecha, junto a la impresora medio muerta que aún tenía la hoja atragantada, y los cables del portátil, las cajas, las hojas, todo tirado encima de mesa y cama.

Me descalcé, me reí, y bajé a comer.

Una semana más tarde, repuesta, con la cabeza fría y mi trabajo revisado de arriba abajo y vuelta, lo volví a imprimir; esta vez compré papel grueso y lo hice con calma y tiempo.

La historia tiene un final feliz. A pesar de mi terrible exposición, Erika me puso un 10. La botella de lejía se quedó tranquilamente en la estantería.

lunes, 2 de febrero de 2009

Musa caprichosa

"Musa: Muérete un poquito" fue lo último que esribí en el blog de Genio y Figura; pero creo que no debería ser último en este, sino de lo primero, porque explica mis cambios de humor y mis intervalos entre esterilidad literaria y actividad incesante. Textualmente:

Esa musa que me grabó las ojeras cuando decidía visitarme a la una de la madrugada; esa musa que a veces me acompañaba unos minutos, para luego dejarme en vilo preguntándome qué querría decir durante horas estériles. La misma musa con la que un día hablé de la muerte, y al siguiente me contó un cuento en odas griegas. La que tomaba todas las formas con las cuales podía engatusarme, para tenerme tras ella noches, días, semanas, pidiendo a gritos un retazo más de información. La que me dio historias inabarcables, historias a medio contar, historias intuidas en la oscuridad o su vertiginoso movimiento. La que estuvo a punto de enseñarme a escribir un poema, y decidió por contra dibujar en mi papel. Tú, la que me separó de amigos, de familia, de la realidad, sumiéndome en el sopor de su canto de sirena. No siendo sino una sombra de pensamiento, te has vuelto real, y tu pérdida es un dolor físico.

Un día te fuiste y te sigo esperando cada vez que cierro los ojos, cada vez que voy sola por la calle, o cuando me aburro en clase. Y ahora desde lejos, me cierras los ojos tú: ya no hay más que decir.


Creo que he escrito cosas mejores.
M.

Ciertamente. Un nuevo comienzo.

Este blog nace de la irritación que me agarra en época de exámenes. La verdad es que previo a este, he administrado un blog denominado "Genio y Figura", pero bien sea un capricho literario o un asunto hormonal, me he cansado de él.

Por otra parte, últimamente me he sentido muy ligada a la denominación de "Ciertamente Quizás". Se ocurrió después de 3 horas pensando qué nombre poner a mi cuenta del Deviant art, y lo cierto es que no sé si merecería tanto la pena, puesto que apenas si subo cosas a esta. Pero últimamente es el único pseudónimo que se me ocurre, llamémoslo falta de imaginación u homenaje a esas tres horas de actividad neuronal.

¿Por qué otro blog? Pues porque estoy deseando pulsar el botón de "borrar" del anterior, y comenzar de nuevo. Nueva voz, vieja prosa, pero mirando hacia delante. Ya no soy del todo la misma persona que empezó el anterior blog, ni mi vida es la misma. Ahora sí quiero apostar por el mundo de la literatura, aunque me examinen en el de la traducción.
Y otro cambio importante: Me he vuelto, como diría mi progenitora, "una persona seria" y he decidido escribir con Times New Roman 12, a espacio y medio justificado (siempre que esto sea posible).

Puesto que casi me iba sin decirlo, me dedicaré a subir los pocos artículos que escribí en "Genio y Figura", algunos cuentos o cuasipoemas, algunos sucesos que no terminé de describir en forma de retazos, y algunos de los crímenes contra la proporción y el mundo del arte gráfico que a veces deciden salir de mi portaminas en lugar de las palabras. También informaré de mis intentos encubiertos por introducirme poco a poco en la construcción difusa que mi mente aún no delimita, pero denomina "mundo literario". Y puede que, si me encuentro particularmente de buen o mal humor, algo sobre mí.

-M. (si, en búsca de un pseudónimo mejor, puesto que aquí no me sirve 'Ciertamente-Quizás')