“Te he estado esperando” dice con los labios curvos.
Entonces es cuando se quita las gafas, se suelta la melena, y se encarama a mi mesa de estudio. Me tiene agarrada por la corbata.
Miro en derredor. La biblioteca está en calma; todo el mundo se disipa lentamente, fundiéndose con el frío -100 grados por debajo de lo que se encuentra al otro lado de la puerta, donde está el mundo real derritiéndose- y con sus apuntes, en una siesta desvelada y absorta que les lleva por el camino del sobresaliente.
Mis manos no responden, no me pueden sacar de esta, porque se han pegado a los apuntes que no he tocado con la mirada ni una vez en toda una hora que han estado delante de mí.
Trago saliva.
La amazona sigue acercándose a mí por encima de la mesa. Si en verdad es una vampiresa, creo que sabe que me dejaría chupar toda la sangre. Sin importarme que sea una muerta viviente y se le pudra el cuerpo, y se le caigan los bracitos, como a esos zombis de las películas.
Aún quedan muchas horas hasta la hora de comer. Un par de minutos menos, desde que he adelantado el reloj para que funcione como el de todo el mundo. Aunque las manecillas han enraizado en mis manos de papel y me atan aún más a la mesa, me lo merezco, lo sé, me lo merezco.
Con la violencia de una leona, ha tirado mi diccionario al suelo y lanza sus zapatos al aire.
Ups.
La vecina de mesa me está mirando con una mezcla de irritación y odio, pero no creo que se haya dado cuenta de que con el tacón, le han sacado un ojo.
Busco con desesperación la última línea que empecé a estudiar hace una hora. Pero ella está sentada encima.
“Sabes que nos lo podemos pasar muy, muy bien”.
Vaya que sí lo sabré…
Sucumbiendo, agacho la cabeza para besarle esa boca tan apeteciblemente roja…
Me parece que he perdido el control de mi cuello.
Estaba dando una cabezada y me he erguido de pronto.
Nadie parece haberlo notado. Con razón bailaban las letras de mis apuntes.
Me parece que me voy a tomar un descanso.
Me levanto, le devuelvo su ojo a mi vecina de mesa, dejo el diccionario junto a mis apuntes, recojo los zapatos de tacón, y me subo con la fiera en brazos a la intimidad de mi cuarto.
*****
Se me hace tan dificil concentrarme en los apuntes de lengua...
Recién escrito. En horas que debería dedicar a la biblioteca, y no al portátil.
Escuchando el último disco de Placebo.
Entonces es cuando se quita las gafas, se suelta la melena, y se encarama a mi mesa de estudio. Me tiene agarrada por la corbata.
Miro en derredor. La biblioteca está en calma; todo el mundo se disipa lentamente, fundiéndose con el frío -100 grados por debajo de lo que se encuentra al otro lado de la puerta, donde está el mundo real derritiéndose- y con sus apuntes, en una siesta desvelada y absorta que les lleva por el camino del sobresaliente.
Mis manos no responden, no me pueden sacar de esta, porque se han pegado a los apuntes que no he tocado con la mirada ni una vez en toda una hora que han estado delante de mí.
Trago saliva.
La amazona sigue acercándose a mí por encima de la mesa. Si en verdad es una vampiresa, creo que sabe que me dejaría chupar toda la sangre. Sin importarme que sea una muerta viviente y se le pudra el cuerpo, y se le caigan los bracitos, como a esos zombis de las películas.
Aún quedan muchas horas hasta la hora de comer. Un par de minutos menos, desde que he adelantado el reloj para que funcione como el de todo el mundo. Aunque las manecillas han enraizado en mis manos de papel y me atan aún más a la mesa, me lo merezco, lo sé, me lo merezco.
Con la violencia de una leona, ha tirado mi diccionario al suelo y lanza sus zapatos al aire.
Ups.
La vecina de mesa me está mirando con una mezcla de irritación y odio, pero no creo que se haya dado cuenta de que con el tacón, le han sacado un ojo.
Busco con desesperación la última línea que empecé a estudiar hace una hora. Pero ella está sentada encima.
“Sabes que nos lo podemos pasar muy, muy bien”.
Vaya que sí lo sabré…
Sucumbiendo, agacho la cabeza para besarle esa boca tan apeteciblemente roja…
Me parece que he perdido el control de mi cuello.
Estaba dando una cabezada y me he erguido de pronto.
Nadie parece haberlo notado. Con razón bailaban las letras de mis apuntes.
Me parece que me voy a tomar un descanso.
Me levanto, le devuelvo su ojo a mi vecina de mesa, dejo el diccionario junto a mis apuntes, recojo los zapatos de tacón, y me subo con la fiera en brazos a la intimidad de mi cuarto.
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Se me hace tan dificil concentrarme en los apuntes de lengua...
Recién escrito. En horas que debería dedicar a la biblioteca, y no al portátil.
Escuchando el último disco de Placebo.